viernes, 7 de abril de 2017

Tres poemas de Lydia Daher




CAMPO DE PRUEBAS. NOTICIA DEL DÍA

Rusia perdió tres satélites.
Cayeron al mar, no lejos de Hawái
y ahora dan vueltas en un remolino de desechos plásticos.

Como es arriba, es abajo,
la antigua ley cósmica.

Como sabes,
tengo cierta simpatía
por las metáforas de la decadencia.
Por todo lo que
podemos enviar a la nada.

Noche de fieras, dicen unos.
Buenas noches, dicen otros.
Y el espacio se hace más grande
cada vez más rápido.

Espacio que se tiende entre tú y yo.
En el que bebemos y tenemos planes.
Que desde muy por debajo de nosotros se extiende hasta el cielo
que resurge
a cada momento.

Así soñamos, sobre los bordes redondeados de la mesa,
sobre una placa tectónica
entre el rumor renovado
de las frecuencias.

¿Y no es extraño
que precisamente nosotros
estemos aquí sentados, bajo las colmadas estanterías del cielo,
con movimientos bien ordenados, en este
universo privilegiado,

en el que hay radios
y noches de sábado?





OTRA VEZ LOS DÍAS SE VAN  HACIENDO MÁS CORTOS

Así como el silencio, más largo, aunque no más bello.
Como si, poco a poco, algo se hubiera terminado.
Algo que no se le puede pedir al vecino.

Falta algo importante, y falta que uno se atreva a hacer ruido.
E incluso con otras palabras esto no sería una canción que
alguien cantara para ti y contra su propio silencio.

Qué se podría decir del polvo sobre los párpados
del despilfarro de la nada, de las costas de la luz
sobre los techos oscuros. Sentados debajo,

preguntamos a las tejas por sus junturas y la tormenta
y la quietud que viene después. Por lo que
está en el aire. Tenemos que aprender este asunto

de estar solos. Como se aprende el sol, o
la lluvia, cuando la luz se refracta en las gotas como
una esperanza, bajo las alas de los gallos de las veletas.





MONOBLOCKS, SOMEWHERE

Aquí,
justo detrás de los monoblocks
han puesto una gran flor artificial.
Como prueba de que
también un Estado débil
conoce los gestos
que importan.
Todavía se podría
decir más sobre eso:
sobre el paso del tiempo
cuando nadie progresa,
sobre la ternura
de un pomelo, por ejemplo
Pero deberíamos dejarlo
ahí: la flor
reluce con colores de fetiche,
el rojo del horizonte duele.
Y bolsas vacías,
llevadas hacia la izquierda, flamean
como banderas blancas
en el viento ascendente.





De El fin de la afirmación (27 pulqui, 2015)
Traducción de Mario Caimi

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