sábado, 22 de abril de 2017

Tres poemas de Janet Frame




SOY INVISIBLE

Soy invisible.
Siempre he sido invisible
como la pobreza en un país rico,
como los ricos en sus cuartos velados de sus casas con muchos cuartos,
como las pulgas, los piojos, como lo que crece bajo la tierra,
los mundos más allá del cielo, el viento, el tiempo, las ideas –
el catálogo de invisibilidad es inagotable,
y, eso dicen, no es buena poesía.

Como las decisiones.
Como cualquier otra parte.
Como las instituciones alejadas del camino llamado Scenic Drive.

No más símiles. Soy invisible.
En un mundo poblado por gente de visión binocular después de todo soy parte de la mayoría
mientras que tú y yo caminamos con nuestra lunita creciente de visión en nuestra oscuridad personal
a través de un mundo en el que las decisiones de ser y no ser
se encuentran controladas por la luz
asistidas por las lágrimas y el sueño de la desatención o la muerte.

Soy invisible.
Los amantes atraviesan mi vida para tocarse entre sí,
la lluvia que cae en mí me traspasa como sangre sobre la tierra.
Ninguna cabeza me incluye como conocimiento.
Otorgo libertad a quienes bailan,
a decir la verdad.
Así es. No hay nadie aquí para observar ni escuchar disimuladamente,

y entonces aprendo más de lo que tengo derecho a saber.




LOS CUERVOS

Temprano en la mañana el pasto es una espiral de azul humeante.
Las sombras jorobadas se derriten. La cera oscura
escurre del cielo y yace al pie de los árboles
absorbiendo la cálida impresión del sol.
La cosecha es luz. El invierno, rata que invade
el silo, roerá la semilla dorada.

Imagino que el fervor de las hojas por vivir
ha transformado a muchas mariposas y palomillas color paja
firmando aún su condena con su pasión por la luz,
aleteando como quienes enterrados en vida buscan salir de la tumba.

Los cuervos se ahogan con su propio graznido salvaje.




SI LO TUYO NO ES ESCRIBIR SOBRE LAS PERSONAS

Si lo tuyo no es escribir sobre las personas, decía él,
quédate con los lugares, despídete de las novelas,
prueba escribir poemas. En los poemas, ¿sabes?
caben mejor los paisajes y las marinas; unas cuentas flores,
tal vez un jardín, una casa —muchas casas de dónde escoger.
Lee las páginas de bienes-raíces en tu periódico –vista inmejorable–
de ensueño –en ¿sueño?– chimenea portátil, entrada exclusiva,
vista al mar, ideal para casa principal; bellos jardines, alta
plusvalía; cercana a colegios, comercios, iglesias…
olvídate de las personas; nadie tiene que vivir en la casa o la calle o el
campo o la ciudad, crea un país vacío.
¿Ves lo que trato de explicarte? los poemas se ven bien sin las personas.
Dedica tu odio al cielo, al mar, al clima, a los árboles:
con eso será suficiente.

Quiero decir, ¿Cómo puedes escribir una novela sin personas?
Todos los él y ella, los ires y venires, los haceres
y pesares y asombros, “lágrimas y risas, amor y deseo y odio”
a través del “acceso posterior” –una “puerta trasera, una puerta privada, cualquier puerta
o reja distinta a la entrada principal”– Diccionario Oxford. Una forma de escape, un refugio. 



De Huesos de Jilguero (Universidad Veracruzana, 2015)
Traducciones de Irene Artigas, Lorena Saucedo y Paula Busseniers.

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