martes, 3 de enero de 2017

Tres poemas de Keijiro Suga



“Vamos, escapemos” –decía mi padre cada madrugada
y saltábamos a una bicicleta con imán y armónica de equipaje.
Las cuatro bicicletas al oeste, cruzando el silencio del amanecer,
porque sólo podíamos vivir en la región de la oscuridad,
donde las letras desaparecen y justo antes, con sus siluetas,
apenas pude construir mi corazón, pieza a pieza.
Para mi familia, tribu minimalista, había que viajar sin carga.
Poseer libros fue una paradoja, más bien, alta traición.
Renunciamos a palabras largas y frases elaboradas,
hicimos todo canción.
Juramos transformar lo abandonado, los bienes y el corazón,
y retener todo aquello en palabra y melodía.
En una canción que hasta un burro pueda aprender.
En una canción que hasta una ballena pueda cantar.
En una canción cuyo olvido (a) nadie deba avergonzar.
Una canción que sea imagen y reverberación del hogar y la tierra que no volverán.




Es importante distinguir
lo que se origina en uno mismo de lo que nos arriba
y cada cabra seguirá un camino correcto.
Origen y arribo.
A mi lado siempre otro Yo lejano
compartimos el alma bajo existencias separadas
siente el mismo sol y la misma lluvia y sonríe.
El hombre ve su vida fraccionada en etapas
mas la sola división es una forma verdadera de síntesis.
La cabra real y la ilusoria seguirán su camino
hasta coincidir en un mismo lugar, sin distinciones.
Una unión imaginaria que no deja de ser una unión.
Yo soy síntesis de escombro de carne real y sustancia imaginaria,
una calle de recuerdos desmoronados, dispersos como excremento de cabra.
Origen y arribo.
Encontrar orden en esa dispersión es una tarea de la poesía.




La de mayor potencial como cantante fue la cactácea de dos siglos de edad.
Una Señora atisba el diente azul cuando la luna cruza el meridiano.
Construyó un altar de muertos con 32 bloques de lego.
El traje es tan holgado y tan de gángster que un sacerdote arruga las cejas calcinadas.
Fue necesaria una frontera nacional y un nubarrón para liberar al grupo del rebaño.
Las hormigas anhelan teología y negocian con abejas ciertas condiciones.
Al comparar el deseo y la leche, siempre cayó el reloj de sol.
Con domar un trueno, inocente, trata de alimentar a un trébol.
Para estudiar de nuevo la teoría económica, el pastor salió del país en secreto.
Los cerros oscilantes pasean por el mercado nocturno, la economía colapsa.
Fui tras las rocas en busca de peces y sólo vi delfines calcinados.
A veces, al percibir el mar, el ahorro de sal se convierte en material de discusión.
Al quemar con un cerillo la página de un libro, las letras se tornaron fluorescentes.
El huevo duro expresa libertad con la rotación del trompo terráqueo.
Un volcán presumió a un girasol: “yo soy más duradero que tú”.
El girasol en un instante se multiplica por un millón y cerca la falda del volcán. 




De Agend'ars (Cuadrivio, 2015)
Versiones de Cristina Rascón y Eiko Minami

No hay comentarios:

Publicar un comentario