martes, 1 de noviembre de 2016

Mark Strand - Notas sobre el oficio de la poesía



Cada poema exige ser tratado de forma específica, que se llegue a un acuerdo con él, y que se le busque el comienzo y el final apropiados.



Supongo que esto es lo que entendemos por oficio: las transacciones que se mantienen tan constantes que no solo nos asociamos a ellas, sino que permitimos que representen los medios por los cuales hacemos las obras.



Si el logro de un poema estuviese garantizado por el mero seguimiento de unas reglas, no se tendría a los poemas en la alta estima en la que se les tiene. Y serían muchas las personas a las que les resultaría fácil escribir poemas, algo que, naturalmente, no ocurre. Y es que los poemas más valiosos son justo los que, deliberada o inconscientemente, rompen las reglas: aquellos poemas cuya urgencia hace que las reglas resulten irrelevantes.



Considero que toda poesía es formal, desde el momento en que se da dentro de determinados límites, sean los límites heredados de la tradición o los límites que el lenguaje mismo impone.  Estos límites, a su vez, están dentro de los límites de lo que el poeta individual piensa que es o no es un poema.



Confieso que en mí hay un deseo de olvidar el saber, sobre todo cuando me dispongo a trabajar en un poema. Las transacciones del oficio suceden a oscuras. Jung lo sabía cuando dijo: “Mientras nos encontramos inmersos en el proceso creativo, ni vemos ni comprendemos, y de hecho no debemos comprender, pues nada perjudica más a la experiencia inmediata que el conocimiento".



Hasta alguien tan racional como Paul Valéry se vuelve extrañamente evasivo cuando habla de la escritura de un poema. En su brillante pero peculiar ensayo “Poesía y pensamiento abstracto dice”, dice:

He advertido en mí ciertos estados que bien puedo llamar poéticos, puesto que algunos terminaron convirtiéndose en poemas. Surgieron sin motivo aparente, a partir de algo accidental; se desarrollaron según su propia naturaleza, y en consecuencia vi alterado por un tiempo mi estado mental cotidiano.



Un poema es él mismo y es el acto mediante el que nace. Es autorreferencial y ningún orden conocido lo precede necesariamente, salvo el orden de otros poemas.



Podríamos decir además que, en la medida en que un poema se explica o se parafrasea, deja de ser un poema.




Puede que el poema sea, el última instancia, la metáfora de algo desconocido, y que trabajarlo (o sea, escribir el poema) sea un procedimiento para recuperarlo.



De Sobre nada y otros ensayos (Turner, 2015)
Traducción de Juan Carlos Postigo Ríos



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