Bajo
el esplendoroso verdor del abedul
Entre
resplandecientes lilos en flor, en medio
de una nube
De
mosquitos está tumbado un hombre ilustrado leyendo:
Introducción
a la teoría económica del marxismo
Siente
el profundo aroma del abedul
El
intenso perfume de las lilas lo adormece
y
se queda dormido, con el libro
debajo
de la cabeza, el inmenso sueño
en
el corazón
Cuando
despierta ya es otoño
El
abedul amarillea, las lilas están marchitas, los mosquitos
han
muerto de frío, los explotadores han engordado
Él
sigue leyendo donde se había quedado.
Cuando
nací Helsinski era una ciudad
de
tamaño medio con calles de cantos rodados
Unos
años después estalló la guerra
Yo
acababa de aprender a callarme
Tras
los bombardeos había señoras ancianas
esparcidas
por las calles Trataban de matarnos a
todos
No
había orden alguno
Una
de las noches rabiosas en las que todo se volvía negro
me
bajó mi madre al refugio
Después
desapareció, ella no tenía ojos
Hacía
frío y humedad y oscuridad
Se
notaba en los pulmones
Allí
había una puerta de hierro que estaba prohibido abrir
Cuando
cerré los ojos la casa se transformó
en
un columpio de tela de araña donde colgaban
todos
los muertos de largas cuerdas en el pasillo del sótano
Justo
cuando cayó una bomba allí cerca se estaban abrazando mamá y papá por última
vez
como
en una película no tolerada para menores
Las
sirenas de alarma se habían vuelto locas, se me metían
en
los oídos a través de los tapones
Papá
nunca estaba allí aunque yo no pensaba en ello
Bajaba
a mi gato blanco al sótano Estuvimos
allí
tanto
tiempo que se quedó ciego y escapó
Alguien
lo encontró con la cabeza destrozada en un cajón
donde
ponía Papel de periódico
Lo
reconocí, claro, comprendí que
no
se podía confiar en nadie
No
lloré, estaba completamente seco
Me
pareció despegar de mí mismo y me vi
a
mí mismo caído allí sin cabeza
Mantuve
la respiración hasta que mi gato se recuperase
No
lo conseguí
Mis
pulmones eran inservibles, pronto iba a morir
Vivíamos
en el agua bajo la capa de hielo
Yo
era un niño tranquilo, les destrozaba la cabeza
a
las ratas con mi fusil de aire comprimido
Era
demasiado molesto respirar
Algo
se movía como un péndulo de un lado al otro
en
el fondo del agua
Parecían
los restos de un niño pequeño
con
pantalones de golf que se había quedado helado bajo el hielo
Una
persona congelada no se debe
descongelar demasiado a prisa
Las
células se desbordan, las paredes se rompen,
el corazón se para.
No
pongas nunca a una persona congelada
en el microondas.
Ponla
en una cama dura en una habitación
que dé al norte, abre todas las
ventanas.
No
le des mantas ni almohadones,
lo que necesita es dureza.
Cuando
empiece a pedir agua a gritos, échale
unos trozos de hielo.
Cuando
tenga hambre, unas cortezas de pan.
No
estés demasiado tiempo en la habitación
para que no te coja afecto.
Necesita
soledad, aislamiento.
Dale
para abrigarse un trozo de tela basta.
Cuando
por fin haya recobrado algo de su calor
te hablará de paisajes de una
particular belleza y
esterilidad.
Esto
lo saben todos los exploradores polares, los alpinistas
los sin techo y los
médicos de cuidados intensivos.
Caso 232
Dónde vamos a dormir esta noche
Dónde vamos a calentarnos las manos moradas de frío esta noche
Si se es dos se está algo más caliente
Nos apretamos el uno contra el otro
Nos calentamos uno al otro las manos entre las piernas
Adviérteme si notas que te estás muriendo
Porque entonces te llevas todo mi calor y me despierto helado
Dónde vamos a calentarnos las manos moradas de frío esta noche
Si se es dos se está algo más caliente
Nos apretamos el uno contra el otro
Nos calentamos uno al otro las manos entre las piernas
Adviérteme si notas que te estás muriendo
Porque entonces te llevas todo mi calor y me despierto helado
De Poesía Nórdica (Ediciones de la Torre, 1999)
Traducción de Francisco J. Uriz
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