lunes, 17 de octubre de 2016

Valerio Magrelli - Fragmentos


Habito mi cerebro
como un sereno hacendado sus tierras.
Durante todo el día mi faena consiste
en hacerlas fructificar,
mi fruto el trabajarlas.
Y antes de dormir
me asomo a verlas
con el pudor del hombre
por su imagen.
En mí habita mi cerebro
como un sereno hacendado sus tierras.



Se me ha encendido la cabeza,
es una antorcha
este humo sacrificial.
El rumor de las llamas
me mantiene despierto.



Soy lo que falta
del mundo en que vivo,
aquel que entre tantos
nunca encontraré.
Rodando sobre mí mismo, ahora coincido
Con lo que me sustraen.
Soy mi eclipse,
la contumacia y la melancolía,
el objeto geométrico
del que debo prescindir para siempre.



Qué triste es aprender
ya muy tarde un idioma.
Han cerrado las puertas
y te quedas afuera, con pedazos
en la mano. Preguntas para qué sirven,
cómo funcionan, si están bien montados
pero es inútil saber cosas aisladas.
Falta el molde, la presión, el fuego,
y sólo encuentras
las palabras que no conoces
o que ya has olvidado.
Temo que el alemán haya perdido los nombres
y los verbos que aún puedo recordar.
Tal vez son una falla
abierta en sus diccionarios.



Amo los gestos imprecisos,
al que tropieza,
al que derrama un vaso,
al que no recuerda
y es distraído, al centinela
que no puede evitar la leve
palpitación de los párpados;
les tengo cariño
porque en ellos veo el temblor,
el conocido tintineo
del mecanismo roto.
El objeto intacto calla, no tiene voz,
sólo movimiento. Aquí, en cambio,
falló el artefacto,
el juego de las partes;
se desprendió una pieza,
se delata.
Adentro algo baila.


De Para el bautismo de nuestros fragmentos. Veintidós poetas italianos (UNAM, 2006)
Traducción de Guillermo Fernández

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