martes, 26 de abril de 2016

Tres poemas de Michael Hamburger



UNA INSPIRACIÓN          

Esta mañana pensé que quizá
sólo el poema no publicado preserva su valor,
que publicarlo es arrojarlo
a un tiradero de basura a que se corrompa
junto con los asesinatos de la semana anterior y los resultados del futbol,
los precios de la bolsa, celebraciones sociales y declaraciones políticas.
La argucia me convenció. Velozmente lo mecanografié
y a un semanario muy conocido despaché estas líneas.




VIDA Y ARTE II

Debido a que estaba escribiendo mi poema sobre los espinos
un día sí, otro no, una y otra vez
hasta que lo dejé, y rompí todos los borradores
se me olvidó alimentarlos. Simples bebecitos, engulleron
cada criatura inerme, desdentada y sin espigón
que dejaron con vida en el estanque
a pesar de la cría de peces potencialmente cuatro veces su tamaño
compitieron por el espacio vital hasta el último grano de comida
después se debilitaron y murieron.

Los quería, por supuesto,
(Inhumani nihil, etc. mientras sea naturaleza:
los sapos se estrellan con las ranas en mi descuidado jardín)
sus aletas siempre vibrando ,
su brillo de macarela moteada,
cómo disparaban, torpedos en busca de barcos–
y estaba lleno de remordimiento.
Había estado esperando a ver a los machos
volverse carmín, magnesio azul en la estación de la crianza,
con valor defienden sus nidos.

Sin embargo, mi conciencia se sintió tranquila, también, al pensar:
un poema de amor menos.




PALABRAS

“¿Te llamas escritor? ¿Y te sientas allí con la lengua atada
mientras los otros hablan de libros?
Sorprendido, respondes con monosílabos, sin comprometerte.
¿Eres pues tímido o astuto? ¿Superior o simplemente tarado?
¿Te aburrimos o no estás atento?”

“Un poco de todo esto. Pero las palabras son la raíz del problema.
Ya que no puedo hablar lo que no puedo hablar lo escribo.
¿Palabras? Sí, palabras, no puedo actuar sin ellas.
Pero las odio como los amantes las odian
cuando llega el momento de que los cuerpos hablen;
como lo haría un acróbata                                             
si le preguntaran cuando está saltando cómo salta, por qué salta.
Extraño oficio, lo admito:
convertir algo en palabras para que las palabras traduzcan esas
cosas; poniendo en movimiento las palabras para que las palabras traduzcan el movimiento
¿Pero palabras sobre palabras sobre cosas? Puedo actuar sin ellas.
Mira: el juego del arbotante con las ramas movidas por el viento.
Escucha: un búho. Y aquellas voces es la hora en que todo se cierra.
Y huele: el café hirvió hace dos minutos”.   



De Antología (El Tucán de Virginia, 1988)
Traducción de Aurelio Major, Miguel Ángel Flores y Verónica Volkow


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