jueves, 7 de enero de 2016

Jean-Luc Nancy - El arte hoy (fragmentos)

    
 El arte da a sentir. ¿Qué? Una cierta formación del mundo contemporáneo, una cierta puesta en forma, una cierta percepción de sí del mundo. El hombre de Lascaux se representa a sí mismo, presenta a sus contemporáneos la forma de su mundo, Giotto se presenta y presenta a sus contemporáneos una forma del mundo. ¿Qué quiere decir el mundo? El mundo quiere decir una cierta posibilidad de sentido, de circulación de sentido. Hago referencia aquí implícitamente a una definición de Heidegger que dice que el mundo es una totalidad de “significabilidades”, es decir, de posibilidades de sentido, no una totalidad de significaciones dadas, sino una totalidad de posibilidades de significación. Así Giotto, Poussin, Delacroix, Picasso, Warhol presentan y dan una forma a una cierta posibilidad de circulación de sentido, de significación, no en el sentido en que este sentido vendría a depositarse en significaciones verbales, lo que justamente no sería una atribución de sentido (como cuando algunas veces la filosofía, pero más a menudo la ideología, dice “el sentido del mundo es esto”, el sentido del mundo es una historia que va hacia una humanidad, o bien el sentido del mundo es justamente dejar el mundo para ir hacia otro mundo, o bien el sentido del mundo es que no hay sentido). El sentido del que hablo es el sentido que el arte forma, el sentido que permite una circulación de reconocimientos, de identificaciones, de sentimientos, pero sin fijarlos en una significación terminal. Nunca el arte nos dice “el sentido del mundo, el sentido de la vida es esto”, ni siquiera cuando el arte estaba enteramente atravesado por la religión: por ejemplo cuando pintaba sin cesar crucifixiones, entierros, resurrecciones y también natividades, el arte daba forma a otra cosa que a la verdad cristiana; del mismo modo lo más notable en todo el arte cristiano es que éste da forma a otra cosa que el mero cristianismo.



     Entonces, si el arte se trata de esto, de este surgimiento de formas que dan una posibilidad de mundo, ahí donde el mundo, de manera ordinaria y corriente, se halla o bien limitado a significaciones, todas ellas hechas e indefinidamente repetidas, como significaciones elementales (vivir, sobrevivir, ganarse la vida, perder también lentamente la vida llevándola hacia la muerte, hacer o producir esto o aquello, fabricar objetos, hacer intercambios, hacer hijos, aprender algo, olvidar, etc.), o bien, al contrario, expuesto a una ausencia de significación. En estas condiciones, ¿a qué abre el arte? A otras posibilidades de mundos. Yo diría que el arte está ahí cada vez para abrir el mundo, para abrir el mundo a sí mismo, a su posibilidad de mundo, a su posibilidad entonces de abrir sentido, mientras que el sentido ya dado está cerrado. Por esta razón también se dice siempre que cada artista tiene un mundo, o casi se podría decir que cada artista es un mundo: Miguel Ángel, Cézanne, Brancusi,  y podríamos afirmarlo de todos los otros, como Beethoven, Verdi o Proust. Cada uno de ellos es un mundo, una posibilidad de significaciones de alguna manera cerrada sobre sí misma, pero al mismo tiempo abriendo lo posible, y abriendo lo posible en particular al abrir el espíritu, la sensibilidad de la gente, es decir de nosotros, abriendo nuestra sensibilidad a una nueva posibilidad de formas que ella ignoraba hasta aquí.      



     Quizás la tarea del arte hoy es la de deber proceder sin ningún esquema, sin ningún esquematismo. No hay nada que contenga una pre-donación, una pre-disposición de posibilidades de formas. Me refiero a “formas” en un sentido muy pero muy amplio, no solamente formas visuales, sino también formas, sonoras, formas verbales. ¿Cuáles eran los esquematismos del arte? Es muy simple: el cristianismo, la religión, proveían un gran esquematismo a partir del cual existía la posibilidad de crear formas, uno conocía todos los misterios de la religión, uno pintaba entonces una crucifixión, una resurrección, una virgen con el niño, etc. Pero también estaba toda la evocación de la mitología antigua, y luego las grandes escenas y los grandes acontecimientos de la historia con la política, la gloria de las ciudades y los príncipes de fondo; después estaban las figuras humanas mismas, el hombre como figura de sentido, como figura heroica o apasionada y hasta el borde del drama, como La balsa de la medusa de Géricault, o como el Guernica de Picasso. El Guernica es un cuadro muy sorprendente pues es quizá uno de los últimos grandes cuadros de historia, de lo que se llamaba en las antiguas clasificaciones la pintura de historia. Ustedes saben que a partir de un momento, que no es cuestión de fechar con precisión pero que se podría situar justo después del Guernica, todo este conjunto de esquematismos posible desapareció, hasta el esquematismo del hombre mismo, las diferentes figuras del hombre y de la humanidad. Esta desaparición de los esquemas, de las figuras, como soportes de las posibilidades para crear formas, esta desaparición es aquella que caracteriza al mundo actual, que hace que estemos en un mundo que se encuentra de algún modo en pérdida de mundo, en pérdida de sentido, en la ausencia de grandes esquemas, de grandes ideas reguladoras, ya sean religiosas, políticas, y en consecuencia también estéticas. De tal suerte, en un primer momento, se podría decir que el arte contemporáneo da cuenta de sí, de este estado informe de sí.


De El arte hoy (Prometeo Libros, 2014)
Traducción de Carlos Pérez López y Daniel Alvaro

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