domingo, 28 de junio de 2015

Dos poemas de Adam Zagajewski


1969

Murió Gombrowicz; los americanos andaban por la luna,
saltando con cuidado, como temiendo que se hiciera añicos.
Ebarme dich, mein Gott, cantaba una mujer negra
en una iglesia.
Fue un tórrido verano, el agua de los lagos dulce y caliente.
Seguía la guerra fría, los rusos ocuparon Praga.
Nos encontramos por primera vez ese año.
Sólo la hierba, amarilla y cansada, era inmortal.
Murió Gombrowicz. Los americanos andaban por la luna.
Tiempo, ten piedad. Destrucción, ten piedad.



 A MI HERMANO MAYOR

Con qué tranquilidad avanzamos
a través de días y meses,
y cantamos una negra canción de cuna,
cuán fácil los lobos secuestran
a nuestros hermanos,
con qué levedad
respira la muerte,
con qué rapidez
navegan los barcos
por las arterias.


De Deseo (Acantilado, 2005)
Traducción de Xavier Farré

viernes, 19 de junio de 2015

Dos poetas finlandesas


AQUÍ

Cómo se extiende la soledad desde mí,
la mata se muere,
los árboles huyen, y las comadrejas, las comadrejas.
El frío de la noche avanza más allá
del borde del helero
y cubre los cadáveres pequeños.
Afuera los árboles sostienen el vacío,
la soledad
como una piedra va rodando de árbol a árbol.
Inmensidad,

y nieve.


CONTRAPUNTO

Todo se cayó de mis brazos,
el jardín, el corral, la casa, las voces, las habitaciones,
la niña, con una golondrina y un pez en la mano;
se cayó todo a la tierra
                que parió las piedras.

Soy una habitación vacía,
me rodean los puntos cardinales
y los árboles envueltos en la nieve,
fríos, fríos, vacíos.
Pero en la palma de mi mano
se levanta todo lo que amaba,
el corral, las rosas, la casa como una jarra de barro,
perfecta,
una casa como el corazón de la fruta, con las pepitas silenciosas
con la muerte y el movimiento en sus tejidos,
un pozo, un perro pequeño, un collar invisible.
Un cuarto pequeño, postigos pequeños, pequeños zapatos ágiles
como cordones para el corazón y para las carreras.

Los zapatos corren, entran del ventrículo
a la aurícula, y en la sangre unos dedos de niño
construyen un muelle de piedra
para los barqueros de piedra.
Los sueños son como las piedras
en lo profundo,
contadas, dedicadas a la muerte.
Y por las válvulas, por los oídos resbalan
los pájaros afinados,
trayendo risas en su pico,
gotas de mozart
                  zart         zart

(Eeva-Liisa Manner)


MIS HERMANOS MUERTOS

Mis hermanos muertos
se van.
Suenan las espuelas.
En la burda tela gris
el hedor de la guerra.

Muy jóvenes
se esfuman mis hermanos muertos
hacia el horizonte.

Yo me hago vieja
donde estoy.

(Anja Vammelvuo)


De Doce poetas de Finlandia (Losada, 1969)
Traducción de Matti Rossi

martes, 16 de junio de 2015

Tres poemas de Eduardo Chirinos


RAZONES PARA ESCRIBIR POESÍA

Entonces vi a mis padres. Lo recuerdo claramente. Ella nos miraba jugar detrás de la ventana. Él veía un programa de televisión que alternaba con la lectura del periódico. No estaban muertos. Eran, eso sí, muy jóvenes (más de lo que yo soy ahora) y hacía un calor inquietante y húmedo como corresponde a los veranos del trópico. Una vez la vi bañarse a través del ojo de la cerradura. Oh cómo recuerdo sus pechos temblando lentamente bajo el agua fría, el tenue aletear de los murciélagos, el angustioso croar de los sapos y las ranas. De pronto, el golpe seco y definitivo de mi padre. En verdad no recuerdo si me dio o no un golpe. Sólo sé que poseí por un instante la belleza. Y que en ese instante la perdí para siempre.



EL MILENIO ESTÁ A PUNTO DE ACABARSE

Pero las estaciones todavía se cumplen, la tierra continúa girando y los peces abren y cierran sus bocas como hace siglos. En algún lugar de la India los tigres machos luchan entre sí por el amor de las tigres hembras y en un bosque cercano los conejos devoran las mismas plantas y raíces que alimentan la tierra. Debería hablar de la contaminación y del petróleo, debería hablar de plagas innombrables, del hambre que devasta poblaciones, de niños mutilados por nubes radioactivas. Pero estoy aquí, escribiendo este poema, midiendo sus palabras, eligiéndolas con amor y cuidado, con cólera y con resentimiento. Entonces me miro en el espejo y sólo veo tinieblas, un vacío culpable en la página en blanco.
     Escribo esto porque me siento solo. Porque las palabras me han abandonado. Porque ella no estará más.



BISONTES

Antaño los bisontes manchaban la llanura
de un claro y suave marrón.

Sus pezuñas hollaban sin miedo esta hierba.
Era su casa. Su vasto
dominio que nadie se atrevía a profanar.

Los veranos
migraban hacia el norte donde el sol se apaga.
Los inviernos hacia el sur
donde languidecen las estrellas.

Camino a Montana he visto Bisontes.
Lejanos y míticos bisontes aguardando una estampida,
un estrépito de pájaros, un canto de guerra.

Si hubo algún Dios en estas tierras
debió tener cara de bisonte. 


De Derrota del otoño (filodecaballos, 2003)

jueves, 11 de junio de 2015

Dos poemas de David Rosenmann-Taub

  
  Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo. ¡La más oscura ciénaga!

  Cómo me gustaría jamás haber nacido,
libre de lo de ayer, jamás haber nacido,
dejar correr el tiempo, jamás haber nacido.

  Cómo me gustaría lograr morirme ahora,
libre de lo de ayer, lograr morirme ahora,
dejar correr el tiempo, lograr morirme ahora.

  Cómo me gustaría rodar por el vacío,
libre de lo de ayer, rodar por el vacío,
dejar correr el tiempo, rodar por el vacío.

  Cómo me gustaría ser el cero del polvo,
libre de lo de ayer, ser el cero del polvo,
dejar correr el tiempo, ser el cero del polvo.

  Para no cavilarme, para no volver nunca,
Dios mío, yo creyera en Ti para no ser.
Cavílame en tu nada, no me hagas volver nunca.
¡Dios mío, yo creyera para nunca creer!

  Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga
                         sola bajo la lluvia,
¡cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga
                         sola bajo la lluvia!

  Dicen que fue la muerte la causa de la vida,
y la vida – ¿la vida? – la causa de la muerte.
Pero, ahora, mi muerte la causa de mi vida.

  Yo qué: furgón deshijo – destello – de la muerte.
¿Me repudias, ovario, por ímprobo deshijo?
Me has arrastrado al éxodo tan candorosamente

  que tu candor me duele – ultrajante alarido –,
que tus lianas me duelen – dignas uñas lumbreras –:
cómo me gustaría jamás haber nacido,

  cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo. ¡La más oscura ciénaga!

  cómo me gustaría rodar por el vacío:
la más oscura ciénaga sola bajo la lluvia.
Cómo me gustaría olvidarte, Dios mío.
Cavílame en tu nada. ¡No me hagas volver nunca!



DEL ASESINO

Ogros. Birretes. Palcos
de chaya. Sismos. Luces de bengala.
Cárcavas. Bucles. Arlequines. Sapos.
Bocinas. Onomancias.

Volutas de cerveza. Trinos. Ganglios.
Odaliscas decrépitas. Canastas.
Violín de quiltros. Rehilanderas. Párvulos.
Caballos. Proyectiles. La fanfarria

trituraba tableros.
Fumaba el pasto. El hontanar plañía.
Descarrilaba el tren de las estrellas.

La luna - un antifaz - te había puesto
sortijas de lascivia.
Tus nervios, sémola de mi conciencia,

los añicos bordaban.
Te impelí por el vértigo
con mis delgados obstruidos hierros.
Apuré el ascua acial, la cataplasma,

la frenética vaina
mía ya tuya, el abedul guerrero,
las vegas de estupor y contubernio,
la protesta de alhajas.

Perifollos,
tus ojos, estridentes, numerosos,
sofocaban el ruido de la noche.

Con regalo de tiznes te oliscaba
el parque. Un ángel, en cimeras zarzas,
se masturbaba con los ruiseñores.

Rugiste: necio cirio:
mercantiles cristales
aprensivos,
moliéndose: los alpes

del fastidio
bruñeron, acicates,
tus oficios,
tu cencerro vinagre,

tus infalibles dalias,
tu reptil:
los cúmulos de hazañas,

fraudulentos.
Y, abisal, me encontré –berenjenín–
con tus dedos atados a mi cuello.

http://www.rosenmann-taub.uchile.cl/

lunes, 8 de junio de 2015

Vicente Luy - Poesía popular argentina



Antes pedimos que se vayan.
Antes, pedimos justicia.
Ahora pedimos que no se rían de nosotros.
Después, ¿qué pediremos; piedad?
Usá tu odio para el bien común.
Pone tu odio al servicio del bien común.




¿Por qué los secuestradores prosperan?
¿Por qué sonríen los diputados?
Tienen plan.
Vos no tenés plan.




Me cago en Dios, que me guía y aconseja.




Por romper las reglas a Adán lo echaron del paraíso.
Yo reivindico eso.
¿Qué clase de Edén es ese
que hay cosas que no se pueden hacer?




¿Tus palabras no atraviesan las paredes?
Modifica tus palabras.




Ampulosas como las 11 caídas de Firpo, las páginas de nuestra
historia relativizan traiciones y cobardías; curan la sífilis…
–proscriben el láudano
–… y nos encomiendan a Dios nuestro Sr; nos acunan como expedientes.
Y si se encienden en la noche los algarrobos, es cosa de ellos.
La vida para atrás es fácil, entendible, moral; sobre todo
entendible. Desde indias sin piel hasta el dulce de leche, la
patria todo lo explica:
nunca ganan los malos
ninguno era marica
y por algo / se los habrán llevado.




En la quinta vecina un chabón le tira a los pájaros, una y otra
vez y siempre con buen tino; caen como fábricas. Yo espero que
a la próxima no, pero el tipo se muestra infalible. Mientras le
duran las balas igual le acierta a benteveos y gorriones que a
bichos rarísimos, uno de ellos totalmente violeta.
3 caen en mi jardín, y al pedírmelos el sabandija sonríe tras la
empalizada. Tiene a Dios de su parte, y lo sabe; y parece
haberse puesto a dieta además.
Esto es así.


De Poesía popular argentina (añosluz, 2013)