viernes, 13 de marzo de 2015

Derek Beaulieu - Por favor, no más poesía


La poesía es el último refugio de lo no imaginativo.
La poesía tiene poco que ofrecer más allá de la poesía misma. Los poetas eligen ser poetas porque no tienen el impulso para convertirse en algo mejor.
Los lectores son los aforismos de un libro.
Toda mala poesía surge de un sentimiento genuino. Ser natural es ser obvio, y ser obvio es dejar de ser artístico. La poesía, tristemente, se sabe poesía, mientras que la escritura no siempre se sabe escritura. 
El arte es una conversación, no una oficina de patentes.
Los poetas, que en su ignorancia de avestruz pasan por alto el potencial de compartir —en oposición a almacenar— sus textos, están ignorando potencialmente la innovación artística más importante del siglo XX: el collage. ¿Qué está en juego? Nada salvo su propia obsolescencia. Si no compartes no existes.
Esperamos que los plomeros, electricistas, ingenieros y doctores posean un vocabulario específico especializado y se encuentren además a la vanguardia en cuanto a los avances de su campo, pero despreciamos eso mismo en los poetas.
Los poetas son actualmente juzgados no por la calidad de su escritura, sino por la infalibilidad de sus elecciones.
No haber sido popular en la escuela es causa insuficiente para publicar libros.
Los poetas inmaduros imitan; los poetas maduros roban.
En la teoría no hay diferencia entre  teoría y práctica. Pero en la práctica sí la hay.
Las reglas son guías para gente estúpida.
En poesía celebramos la mediocridad e ignoramos la radicalidad.
La poesía tiene más que aprender del diseño gráfico, la ingeniería, la arquitectura, la cartografía, el diseño automotriz, o  cualquier otra materia, que de la poesía misma.
A los poetas no debería decírseles que escriban sobre lo que saben. No saben nada, es por eso que son poetas.
Internet no es algo que se enfrente con aquello que somos o con la manera como lo escribimos, es lo que somos y la manera como lo escribimos. Los poetas —al ser poetas— son sencillamente los últimos en darse cuenta de esto.
Si escribir un poema es inherentemente trágico es porque es difícil creer que el autor no tenga nada mejor que hacer. Es inherentemente trágico porque seguimos escogiendo una forma anticuada como medio para la argumentación.
¿Si tuviéramos algo que decir elegiríamos el poema —con su mínima audiencia y su falta de distinción cultural— como el escenario para anunciarlo?
Por favor, no más poesía.

De Seen of the crime: Essays on conceptual writing (Ubu editions, 2012)

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