viernes, 31 de octubre de 2014

Tres poemas de Charles Simic


MENTES QUE VAGAN

Mi vecina me contaba
sobre su gato ciego
que sale por las noches.
¿Adónde va?, le pregunté.

Entonces mi madre muerta llama
para que entre y me lave las manos
porque la cena está en la mesa:
el ratoncito que cazó el gato.


CONVERSACIÓN EN LA RADIO

“Tuve suerte de llevar la biblia conmigo.
Cuando los extraterrestres me raptaron…”

¡América! le grite a la radio,
¡incluso a las dos de la madrugada eres un manicomio!

¡No, rectifico!
Eres un ángel de piedra en el cementerio

escuchando a los gansos en el cielo
con tus ojos cegados por la nieve.


LOS SIGLOS

Muchos pobres infelices no dejaron rastro
de haber vivido aquí alguna vez.
Esta ponchera de plata
perteneció a una casa con torreones;
sigue en pie, aunque la rosaleda
y los abedules desaparecieron hace tiempo.

En lo profundo del bosque los muros de piedra
cuentan otra historia, la manera en que todo
lo que se predijo en sueños llegó a suceder:
la joven acurrucada en su cama,
desnuda y temblando de frío,
vistiendo aún el velo que llevó en la iglesia.

Las niñas que admiran las esferas de los relojes
en el escaparate de una joyería
aún no saben decir la hora —ni yo tampoco—.
Ven primavera, nuestros senderos están embarrados.
Las noticias del mundo exterior llegan
más rápido, pero aún nos dejan confundidos.

De Mi séquito silencioso (Vaso Roto, 2014)
Traducción de Antonio Albors

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