lunes, 15 de septiembre de 2014

Rafael Espinosa - El basurero


EL BASURERO

Arrecife es la palabra que ahora menos me interesa.
Alude a meandros, es cierto, a laberintos
pero insinúa remotamente también el hallazgo posible de un círculo ideal.
No es lo que ocurre en la vida de los hombres,
entre los cuales nací, como todos,
con un lóbulo en el cuello.
La palabra que me complacería oír es “alopécico”.
De allí puedo extraer un deseo devenido en calvicie total
y a la vez acompañarlos por el parque mientras sus pensamientos del día
modulados por los senderos curvos terminan
por constituir un basural de objetos hermosos.

Pasan autos silenciosos. Pero llegado a este punto, preferiría
verdadero silencio y un basural me lo da.
Así es fácil ser un buen hermano y aceptar yacer entre la especie.
Basta con escoger al más ruin de todos, aunque no peor que nosotros,
con tal que lo mantenga. Los mirlos lo hacen,
paradójicamente a través de un canto armonioso
cuya esencia es ser percibido como la largueza de una evaporación.
Parece de tal modo que sonidos bien escogidos restauran la página en blanco.
Al elaborar con sus gorjeos un cuadro vacío, los mirlos hacen arte contemporáneo.

Quién no quisiera ser el atropellado que descansa para siempre dentro de él,
aunque nadie quiere morir. Allí repetir el pensamiento:
“el páramo satisfizo su íntima entonación”.

Lo propio del árbol es irse callando y lo de las historias ruidosas
acumular un basural hipnótico, con destellos de minerales.
Frente a él estoy yo, con la sensación de que ayer es un anticuario.
Escarbo y encuentro un yo vergonzante, un aforismo y hasta una nube muy blanca.
Está en mí alargarla sabiendo que todas las peticiones que corren todavía a lo largo del subsuelo
no harían con ella una sábana tan grande. Hay algo cruel en extenderla, e inmaculado.
La vida decidirá qué destino darle. Puede elegir enfundar a los suicidas,
puede elegir no distinguirla de la niebla. 


domingo, 7 de septiembre de 2014

Gary Snyder - La llamada de la tierra


LA LLAMADA DE LA TIERRA

El pesado viejo en su cama por la noche
oye el canto del Coyote
                        en la llanura.
Todos los años que trabajó en el rancho, en la mina y en el bosque.
Católico.
Nativo de California.
            Y los Coyotes aúllan en su
octogésimo año.
Llamará al Trampero Oficial
del Gobierno
que utiliza trampas de acero para los Coyotes,
mañana.
Mis hijos perderán esta
música que acaban de empezar
a amar.

*

Los que fueron de ácido de las ciudades
convertidos en Guru o Swami,
hacen penitencia con brillantes
ojos aturdidos, y dejan de comer carne.
En los bosques de Norte América,
la tierra del Coyote y del Águila,
sueñan con la India, en
las por siempre benditas alturas asexuales.
Y duermen en cúpulas
geodésicas calentadas con aceite,
pegadas al bosque como verrugas.

Y el canto del Coyote
            es enmudecido
            porque temen
            la llamada
            de la tierra.

Y vendieron sus cedros vírgenes,
            los árboles más altos en millas alrededor,
a un leñador
que les dijo,

“los árboles están llenos de bichos”.

*

Finalmente el Gobierno decidió
hacer la guerra          completa. La Derrota
            es Anti-Americana.
Y fueron al aire,
sus mujeres junto a ellos
            con exagerados peinados
            poniendo esmalte de uñas en los
 botones del cañón pistoleril.
Y nunca volvieron,
            porque encontraron,
 que la tierra
es pro-Comunista. Y sucia.
Y los insectos están con el Viet Cong

Por eso bombardean y bombardean
días tras día, a través del planeta
            cegando gorriones
rompiendo los tímpanos de los búhos
astillando troncos de cerezos
enroscando y rizando
con entrañas de ciervos
las rocas quebradizas, polvorientas.

Todos estos americanos en ciudades especiales en el cielo
depositando venenos y explosivos
a través de Asia primero,
y después Norte América,

una guerra contra la tierra.
Cuando esté hecha, no habrá
            sitio

para que se esconda un Coyote.


                                               envío

                                   Me gustaría decir que
                                   el Coyote está para siempre
                                   en tu interior.

                                   Pero no es verdad.


Tomado de El poeta y su trabajo. Número 8.
Traducción de José Luis Regojo

Rogelio Saunders - Y esta cabeza ya no pensará más


Y ESTA CABEZA YA NO PENSARÁ MÁS

Y esta cabeza ya no pensará más.
El sol sobre los techos, siempre
como un redondel metálico,
mítico. El dedo estriado de polvo
y la boca O negra en que la sobresalen
dos cuernos de babosa.
Y esta cabeza ya no pensará más.
Oigo gotear la leche en la espita,
resonar el escalón-cabeza.
Solo, los tercos asuntos, estallido.
Cien niños. Un niño.
Y esta cabeza ya no pensará más.
Los senos redondos en la lisa sábana.
El charol excesivo en el serpentín de cobre.
Cansancio del ojo. Tú no entiendes.
Nadie entiende.
Tampoco yo.
Y esta cabeza ya no pensará más.
Alta torre y no presunto manicomio.
Dos lunas y ninguna mía.
Cien acrisoladas maquetas y ninguna mía.
El ojo, harto de su tensión, di-suelto.
Ja: el cálamo maestro de la escritura,
sinuosa sinusoide de la Oikonomía.
Y esta cabeza ya no pensará más.
No será pensada esta pequeñez circular.
Estos pequeños hocicos que mordisquean
el cráneo agusanado.
Tantos padres y madres. Tantos amigos.
Tanta sed sin sueño.
Oh familia. Oh techo.
Y esta cabeza ya no pensará más.
Hubo una juventud con lentos ríos celestes.
Y hubo dudosos guardianes de ondulados rostros de paja.
Diciendo: sí. Esperando. Siempre
esperando. Siempre, como el sol,
la exigencia invisible.
El ansia invisible.
El tirón en la camisa.
La oreja corroída
por los largos milenios de no oír.
Oreja sin resonancia. Oh oreja amiga
sin resonancia.
Ese no pegajoso como una musiquilla,
oreja del abismo, pequeña
boca incesante con cuernos de babosa
mordisqueando mordisqueando mordisqueando.
Y esta cabeza ya no pensará más.
La pluma sonriente abandonada
a su estupidez irremediable.
Prensada entre dos curvaturas de latón
la lengua silabea.
Oh ya sé que nunca hubo otro tiempo.
Todos sabemos lo que es mejor.
Por naturaleza preferimos que todo, menos eso,
exista. Mitos. Lisura del silencio-color.
Oh sagrado mito que golpetea
allende la benéfica muerte de los dioses.
Y esta cabeza ya no pensará más.
Enfermo, ¿persiste? El camino
se extiende más allá.
Un ladrillo rojo. Solsticio.
Los quietos cristales asomados como niños
pisoteando con su intensa mirada sin color
la in(ex)tensa sonrisa muerta de los niños.
Y esta cabeza ya no pensará más.
No partió. No volvió.
Los payasos ciclotímicos, en enrallado risoto,
recogieron el alambre siempre extendido en exceso.
Recogieron sin fin. Sin fin, recorrieron
el borde del disco brillante.
Oh sin saliente. Con buen pie.
O: un bonito traspié.
Y esta cabeza ya no pensará más.
No se entendió nada. No se escuchó nada
nunca. Si bien miles de ojos leyeron, y miles de cabezas
asintieron, y se adelantaron
hombros
pestañas
labios en
elástico
plop
manos amigas
manos cordiales
amorosos-amistosos
senos admirativos,
oh y admiraron
oh y sin
ninguna duda besaron
comprensivos oh cuán poco infinitos
ignorantes de que a toda
boca le está negado el infinito.
Y esta cabeza ya no pensará más.
En un sueño, os lo digo, la boca del poeta
cantó ante multitudes.
Y en el reverso su lengua de ceniza
babosobeaba entrecosida en el espejo.
La hinchazón de la máscara.
El ¡plop! de la máscara.
Cuán familiar. Cuán solidario.
Y esta cabeza ya no pensará más.
La felicidad es un escurridizo pez de plata
fijo en su sempiterno ondular.
Es algo neto, ganancioso, eficaz.
El baile (o eventum) en que, por clara decisión,
ya nada falta. El gran Eventum en que se celebra
lo que falta.
El pisoteo-golpeteo de la gran Falta
a más no faltar.
Silencio-color. Felicidad-parloteo.
Perfecto sin que nada falte para siempre en ese oh Falsaltar.
Único solo no superable en cuanto oscuro hecho de la comprensión pura de
no necesitarse en lo más mínimo el más mínimo síntoma de luminosidad.
Así oscuro absoluto brillante vacío ensordecedor.
Sin queja sin remordimiento.
Ojo risa cabeza risa ojo cabeza plop.

Y esta cabeza ya no pensará más.