martes, 25 de febrero de 2014

Dos poemas de Alejandro Tarrab


MADREHOSPICIO
 
Entre mi Madre y el hospicio mi Madre,
el útero de la canal donde escapé y ya no escapo.
Porque hay miel en la leche, cuerpo de leche.

Entre el viento tal y el cielo agrisado mi Madre,
centro en clavadura, deshuesadero
en donde alguien, nombrado Tamayo así sea,
construyó con un brazo la Escultórica ¡sh!,
quedé muy impresionado.

Un espacio de piedra y de silencio
que antes fuera chatarra. ¿Entiendes? Donde estuvieron,
alguna vez, las partes mal enclavadas de los Pacers,
molduras de sable Saabs, metal de choque,
hay un espacio de piedra shh.

Ahí voy lento a mirar mis cuadernos. Prusia,
hojas sueltas de colores, transcripciones, duplicaciones,
calcas donde hoy se lee:
ChrisstoSaabs Kanal, dejaré de huir.

A veces me acallan las figuras del orden,
pero casi siempre estoy en sosiego. ¿Entiendes?, ¿escuchas
el agua, el río lento de la canal? Madre Tamayo así sea,
por donde alguna vez quise huir, hoy me quedo.

Me llamo Raúl Pérez Fanti.
Mi abuela se apellidaba Franco, un nombre,
un grito sin salida, un nombre,
Akan Fante, elefantiasis, árbol de guerra.

Cuando mi Madrehospicio así sea paro de huir
¡sh! mi abuela hizo las aguas.
Y se llenaron vasos de enfermedad,
en la inquietante paz, quedé muy impresionado.

Pero mi Madrehospicio así sea.
Pero mi Madrehospicio me dio algo breve al oído:
Gris, que es el héroe que no importa, abraza a Blanco e intenta derribarlo. Blanco,
que es el héroe que importa, por su moldura, por su antifaz de lidia que es su cara,
¿entiendes?, empuja hacia arriba, con la palma izquierda.
El codo de Gris gira hacia la derecha para deshacerse del agarre.
Con los pies descalzos, Blanco, que es el héroe que importa,
por su moldura, por su antifaz que es una prótesis y es su cara,
¿entiendes?, lo lleva hacia el arrastre.

Así mi Madre Tamayo así sea me negó el calostro,
pero, a cambio, me dio esto al oído ¡sh! También la leche
de las caballas, que es una leche dulcísima.
Porque hay miel en la leche, río de leche al pie,
donde leo mis cuadernos.

Para entonces, mi abuela, y no mi tía, dirigía un hotel en las afueras.
Quedé muy impresionado. En ese hotel de paso
mi abuela hizo la aguas, ¡sh!, y se llenaron vasos de enfermedad.
Pero mi Madrehospicio, Madre Tamayo así sea,
me mostró el metal que trabaja. El metal con que después los chinos
tornaron a los héroes: control de mando ¡sh!, pantallas del tamaño de una billetera
conectadas en corriente con la Central y la Central con el Procurador.

Todo esto antes de las gigantas, de los súper cuadriláteros, 
antes de Aarón y Kato, el negro Tamayo. Esto es,
antes de la Escultórica y la chatarra, de la elipse formada por los Pacers. 
Cuando las potras caballas pastaban desde antes el abismo 
y el hombre las miraba desde lejos, sosegado,
mientras bañaba sus pies descalzos en el río de la canal,
que así sea lleva una leche dulcísima, Madrehospicio,
Pesado amor.


PESADO AMOR

Vida   quedé privado del misterio tú.
Desde la feria del circo del hospicio
vi pasar (salve)
al Flaco que nos diera el día, ¡sh!

Teníamos un hotel en las afueras por donde cruzaba
un río tremendo de agua subterránea.
Quedé muy impresionado.
El Flaco se marcaba el brazo entre nosotros,
calentaba la cuchara frente a todos.

Los colchones eran sábanas de flores en la estancia.
Mi Madre, y no mi tía, avivaba el peltre.
El río hacía la desbordada,
mientras nosotros dábamos paseos
tomados del brazo y de la mano en la crecida.

Por las calles de Alameda nos gritaban ¡sh!,
Lara la enramada… Eran tiempos de bonanza.
El río no paraba en su inmersión hasta mojarnos:
salve pie peltre. Quedé muy impresionado.
En la máquina flotante de mayúscula ¡sh!,
el Flaco arrancó el nombre de María.
La gente en marejada tocaba las tramas del hotel.
Querían llevarse algo de nosotros: una faena,
un toque al tiro Ma bonita, río del alma.

El hotel era de paso y eso facilitaba las cosas,
las flores eran cimas grabadas en la estancia.
Mi Madre, y no mi tía, presenció una cruz desde la entrada.
Había parado de llover, pero llovía (varios derrames
de abajo hacia arriba). Chan bajó de un convertible gris,
la nieve le escurría por los faldones.
El Flaco se había levantado el cuello de la camisa.
Chan pasó junto a él. Por un segundo se miraron ¡shh!
El Flaco, el carro y los faldones, Chan, la grieta hinchada de María.

Mi Madre corrió al hotel a jubilarnos,
me llevó entre el regazo de la leche y me enseñó los libros.
Lejos. Los cuadernos de colores donde veía las formas.
Quedé muy impresionado.
El contorno y la sombra en los héroes de los libros ¡sh!,
algo que había visto de la carne en carne propia, la mía.
Mordisqueaba los aleros, la feria del libro el circo del hospicio.
Ma, cima alada que me diera el tono contorno de la sombra,
también la vida de la carne en carne propia,
Madrehospicio, pesado amor.

De Maremágnum

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