miércoles, 16 de octubre de 2013

Eduardo Padilla - Delta

DELTA

El domingo bajamos hasta el delta
con la idea de asistir a un matrimonio arreglado
entre dos antípodas.
Compraríamos víveres,
venderíamos pieles,
pasearíamos por la plaza a la hora desierta
y ajustaríamos el reloj de mi padre
con el reloj de la iglesia.

En algún punto del río llegamos a un remanso.
Un pato azulón nadaba junto al bote
con la magia particular de los patos,
esa forma de andar fácil sobre el agua.

“Qué pato tan guapo”, decía Sarah, mi hija,
mientras yo miraba absorto la estela
y asentía mansamente.
Años después Sarah me escribe para contarme
del fenómeno de la necrofilia homosexual
en el Anas Platyrhynchos.
“Uno de cada diez patos azulones es marica, y una lo entiende,
pues si te fijas, las hembras del ánade real son aburridas e insípidas,
su color es marrón, sin ese collarín blanco tan dandy que tienen los machos,
sin esa cabeza azul de ensueño. Leí también
que el pato azulón a veces coge por la fuerza, que de hecho
la violación es común y frecuente,
y que muchos de los estupros se dan en el aire
(me voy a hacer un tatuaje que diga
The canard may give a flying fuck, but I don’t).
En Holanda un hombre de ciencia
estaba ocupado escribiendo un ensayo
cuando dos patos azulones chocaron contra su ventana.
Los dos eran machos.
Al salir a observarlos el hombre dedujo que uno de los patos buscaba amor
al momento del choque,
mientras que el otro le huía;
ahora uno de ellos estaba muerto
mientras que el otro le picoteaba la cabeza.
Al comprobar que el otro estaba inmóvil y pasivo,
como los muertos bien suelen estarlo,
el pato activo montó el cadáver con gran energía,
soltando graznidos a metralla,
y desplegó su plumaje con pompa solar
como si estuviese posando para una insignia
o para la contracara de una moneda.”

El pato azulón nos acompañó hasta que el río dio un nuevo giro,
y las aguas retomaron su vivo pulso.
Sarah y yo bromeamos sobre la cola metronómica del pato
y observamos su estela disolverse en la nebulosidad del bosque.
A media tarde llegamos a las orillas del pueblo,
donde el violeta de las flores
y el rojo de los ladrillos
anunciaban la mundana muerte y resurrección
de todas las cosas.

De Blitz (filodecaballos, 2013)

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