martes, 14 de mayo de 2013

Tres poemas de José Kozer


JUNIO: UNA REMEMBRANZA

Para Guadalupe, copas en alto

Junio
era la tapa de ladrillos sin revocar en el jardín y un varaseto siempre recién pintado de blanco,
          trepan
las rosas
enloquecidas de pitiminí hacia las celosías: junio
es esto, café
y rosquillas, hablamos y hablábamos como felices rotativos, metrónomos
en alto, copas
frambuesa en alto y copas lustrosas las naranjadas: eran
otra región, llovizna
casi la conversación a veces vehemente a veces de revés la rosa para que viéramos
la hebra
blanca que nos unió por debajo y viéramos junio, provisional
junto
a un plato de quesos y dos tiaras de papel de plata que caerían supongo
de Orión, tricornios
papel de plata el cartero y el telegrafista del pueblo, quizás
un hombre
tenebroso que hablaba de desórdenes y tinteros , la mano
un cono
en auge al oído para enterarse: supo y anunció la categoría azul prusia con que la muerte
sella
en toda su mayoría los organismos: supo y selló la muerte quizás
intermedia
de Adelina que vistió cambray y puntilla tal vez hacia 1920, junio
y las sombrererías, dos
asas y un sombrero redondo de paja hoy orean el jardín, humus
el plazo
que hace crecer nuestra conversación de sombra y lienzo blanco, palabras
en las enredaderas
del seto y rosas de pitiminí en el varaseto recién pintado de blanco, trepan.



MI PADRE, QUE ESTÁ VIVO TODAVÍA

Mi padre, que está vivo todavía,
no lo veo, y sé que se ha achicado,
tiene una familia de hermanos calcinados en Polonia,
nunca los vio, se enteró de la muerte de su madre por telegrama,
no heredó de su padre ni siquiera un botón,
qué sé yo si heredó su carácter.
Mi padre, que fue sastre y comunista,
mi padre que no hablaba y se sentó en la terraza,
a no creer en Dios,
a no querer más nada con los hombres,
huraño contra Hitler, huraño contra Stalin,
mi padre que una vez al año empinaba una copa de whisky,
mi padre sentado en el manzano de un vecino comiéndole las frutas,
el día que entraron los rojos a su pueblo,
y pusieron a mi abuelo a danzar como un oso el día sábado,
y le hacían prender un cigarrillo y fumárselo en un día sábado,
y mi padre se fue de la aldea para siempre,
se fue refunfuñando para siempre contra la revolución de octubre,
recalcando para siempre que Trotsky era un iluso y Beria un criminal,
abominando de los libros se sentó chiquitico en la terraza,
y me decía que los sueños del hombre no son más que una falsa literatura,
que los libros de historia mienten porque el papel lo aguanta todo.
Mi padre que era sastre y comunista.



EVOCACIÓN

Mami.
Papi.
Sylvita.
La criada de enfrente.
El negro que vende escobillones.
La mulata que asoma los pezones por la persiana.
Mi abuelo en filacterias muriéndose de cáncer.
El jardinero quitando la maleza.
La cabeza quebrada de mi abuela sobre la copa de un sicomoro occidental.
La tierra.
El Sinaí.
La diáspora y la aurora.
El bastión de una carrera.
La marcha de los guerrilleros cruzando las cordilleras.
La Habana remota que abre la puerta de sus prostíbulos,
me enfrenta a San Lázaro llagado.
Los estudios.
Las buenas noches.
El tema de la salvación.
Mi abuelo acaba de morir: lo encueran para bañarlo con alcohol.
Yo espero detrás de una ventana a que se muera,
a que abra la boca hebrea y diga adiós en español.
No hay campanas.
La familia dispersa.
Todo indica favorablemente que nos vamos de nuevo.
Y finalmente, finalmente, finalmente,
la clásica pregunta en toda evocación.


De Bajo este cien (FCE, 1983)

No hay comentarios:

Publicar un comentario