miércoles, 29 de mayo de 2013

Jerome Rothenberg - La historia de Dada como mi musa



la historia de los padres
es sólo tiempo Dada    apenas ayer
apenas el día anterior
la mañana después, tiempo
gastado en este siglo
un tren vacío
culebreando su camino a París
catedral donde un viejo sumidero se desborda
que los deja mareados
mierda pegada a sus bastillas
sin planchar pero con el gusto de los padres
por vivir     chalecos y monóculos
proclaman una vanguardia
en ausencia una vanguardia se proclama
a sí misma      los jóvenes
padres de la historia de Dada
todavía se trepan a sus rieles
suben más allá de mis torres eiffel
a cada traqueteo
cada deseo anal los impulsa
“este es el corazón de la cultura”
ellos proclaman
el corazón de la guerra
el corazón del dios Dada
en el mundo que sus poemas hacen
las musas tamborilean en las paredes
en sillas de montar
musas masturbándose al viento
oh Dada oh musa mía
los jóvenes debajo del celofán
duermen con la historia de los padres
en las cabezas de los padres
una muchacha llamada Schopenhauer baila
el tren que va a París llega a Zanzíbar
versos vienen de cabeza
a liberarnos     versos
inversiones de la historia del lenguaje
voz
divina
pie
soledad
el rey de islas en un árbol
un violín en cada mano
su sexo implantado en medio de las ramas
avienta sus mesas, vuelca
sus sueños a lo largo del piso
los sonidos de las reinas en libros
jóvenes —los padres—andan
cada uno es la musa del otro
esperan con una dama sombría
a su lado
balones de fútbol tirados entre
los padres
flotan más allá de los vacíos talleres de trenes
apenas ayer
en el sueño de alguien más
la voz desencerrada, volteada
la figura metida a medias en la ventana
partida en dos
el tren en la boca del revólver
angustiado por otros trenes
por engranajes
un amontonamiento de partes sueltas
nunca puede dar gusto
                                   a los padres
los padres nunca pueden darse gusto
golpeando      cada hombre
es la musa del otro
cada uno es su propio balón de fútbol
sobre París      haciendo señas
desde una percha sobre la ópera
sosteniendo un pez caballa en cada mano
luces azules sobre ellos
los gelatinados colores de sus dioses
oh Nostradamus
¿es tu primer nombre Jerome
como el mío?
¿es sagitario nuestro hermano?
¿dónde están los orgullosos apaches
ahora?      ¿los hijos
de Dada?
en un gran anuncio
París espera
la historia del siglo
iluminada, gris
en luz de luna
acoge a mi musa como Dada
bandas militares embarran la estación
ellos jodieron a mi musa
septiembres de papel oh arco voltaico
cierto y azul
eléctrico
choque
vida gris
el Dadaísta sube un elevador
con el Papa
los padres a la deriva como musas
bajando una torre eiffel
subiendo a la siguiente
oh ruedas de luz atestadas de hormigas azules
lo que empezó como Dada termina
como Dadaidad
como mi mano termina, la mitad
haciendo señas
la mitad desprendida de sus dedos
donde la calle termina
donde otra calle da vuelta a la mitad
hacia otra calle



De Un cruel nirvana (El Tucán de Virginia, 2001)
Traducción de Heriberto Yépez y Laura Jáuregui





martes, 14 de mayo de 2013

Tres poemas de José Kozer


JUNIO: UNA REMEMBRANZA

Para Guadalupe, copas en alto

Junio
era la tapa de ladrillos sin revocar en el jardín y un varaseto siempre recién pintado de blanco,
          trepan
las rosas
enloquecidas de pitiminí hacia las celosías: junio
es esto, café
y rosquillas, hablamos y hablábamos como felices rotativos, metrónomos
en alto, copas
frambuesa en alto y copas lustrosas las naranjadas: eran
otra región, llovizna
casi la conversación a veces vehemente a veces de revés la rosa para que viéramos
la hebra
blanca que nos unió por debajo y viéramos junio, provisional
junto
a un plato de quesos y dos tiaras de papel de plata que caerían supongo
de Orión, tricornios
papel de plata el cartero y el telegrafista del pueblo, quizás
un hombre
tenebroso que hablaba de desórdenes y tinteros , la mano
un cono
en auge al oído para enterarse: supo y anunció la categoría azul prusia con que la muerte
sella
en toda su mayoría los organismos: supo y selló la muerte quizás
intermedia
de Adelina que vistió cambray y puntilla tal vez hacia 1920, junio
y las sombrererías, dos
asas y un sombrero redondo de paja hoy orean el jardín, humus
el plazo
que hace crecer nuestra conversación de sombra y lienzo blanco, palabras
en las enredaderas
del seto y rosas de pitiminí en el varaseto recién pintado de blanco, trepan.



MI PADRE, QUE ESTÁ VIVO TODAVÍA

Mi padre, que está vivo todavía,
no lo veo, y sé que se ha achicado,
tiene una familia de hermanos calcinados en Polonia,
nunca los vio, se enteró de la muerte de su madre por telegrama,
no heredó de su padre ni siquiera un botón,
qué sé yo si heredó su carácter.
Mi padre, que fue sastre y comunista,
mi padre que no hablaba y se sentó en la terraza,
a no creer en Dios,
a no querer más nada con los hombres,
huraño contra Hitler, huraño contra Stalin,
mi padre que una vez al año empinaba una copa de whisky,
mi padre sentado en el manzano de un vecino comiéndole las frutas,
el día que entraron los rojos a su pueblo,
y pusieron a mi abuelo a danzar como un oso el día sábado,
y le hacían prender un cigarrillo y fumárselo en un día sábado,
y mi padre se fue de la aldea para siempre,
se fue refunfuñando para siempre contra la revolución de octubre,
recalcando para siempre que Trotsky era un iluso y Beria un criminal,
abominando de los libros se sentó chiquitico en la terraza,
y me decía que los sueños del hombre no son más que una falsa literatura,
que los libros de historia mienten porque el papel lo aguanta todo.
Mi padre que era sastre y comunista.



EVOCACIÓN

Mami.
Papi.
Sylvita.
La criada de enfrente.
El negro que vende escobillones.
La mulata que asoma los pezones por la persiana.
Mi abuelo en filacterias muriéndose de cáncer.
El jardinero quitando la maleza.
La cabeza quebrada de mi abuela sobre la copa de un sicomoro occidental.
La tierra.
El Sinaí.
La diáspora y la aurora.
El bastión de una carrera.
La marcha de los guerrilleros cruzando las cordilleras.
La Habana remota que abre la puerta de sus prostíbulos,
me enfrenta a San Lázaro llagado.
Los estudios.
Las buenas noches.
El tema de la salvación.
Mi abuelo acaba de morir: lo encueran para bañarlo con alcohol.
Yo espero detrás de una ventana a que se muera,
a que abra la boca hebrea y diga adiós en español.
No hay campanas.
La familia dispersa.
Todo indica favorablemente que nos vamos de nuevo.
Y finalmente, finalmente, finalmente,
la clásica pregunta en toda evocación.


De Bajo este cien (FCE, 1983)

miércoles, 1 de mayo de 2013

Hans Van de Waarsenburg - Budapest, 1956



Una palabra es una palabra y luego la palabra se enrosca
Como una hoja de vid llena de piojos, escoria olvidada.
Hongos de muerte que no perdonan casa ni hogar.
La memoria grita en franca contradicción:
¿Pero qué es la memoria? ¿Un trapo para pulir cobre antiguo?
Los abuelos muertos, mientras la peste lo asolaba todo.
El Danubio lleno de sangre. Budapest colgando
De los postes de la luz. Los rusos disparando.
Mindszenty en mis sueños. Murmullos vacíos
Y siempre el rostro de aquel cardenal
De la revista. Dentro de la cabeza
No podía sino repudiar mis manos.
Cabezas sumisas. Que no sabían hacer
Nada más. Un canto coral de perdón
Y una doble marometa para todo
Lo que corriera río abajo: la sangre salpicando
Contra las márgenes como un vals vienés.
¿Por qué se veían tan grises las pantallas de los televisores?

De Azul (Trilce, 2009)
Traducción de Pura López Colomé