miércoles, 3 de octubre de 2012

Richard Rorty - Una ética para laicos


¿Tiene razón la Iglesia cuando afirma que existe una suerte de estructura de la existencia humana que puede funcionar como punto de referencia moral , o bien nosotros, en cuanto seres humanos, no tenemos otras obligaciones morales que la de ir alternativamente ayudándonos a cumplir nuestros deseos, alcanzando con ellos la máxima felicidad posible? Concuerdo con John Stuart Mill, el gran filósofo utilitarista, en que es ésta la única obligación moral que tenemos.

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El filósofo George Santayana afirmó que la superstición es la confusión de un ideal con el poder, es creer que cualquier ideal debe estar en cierto modo fundado sobre algo ya existente, sobre algo trascendente que postula este ideal ante nosotros.

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Santayana sostenía, y yo concuerdo con él, que la única fuente de ideales morales es la imaginación humana; confiaba en que finalmente los seres humanos abandonarían la idea de que los ideales morales deberían fundarse sobre algo más amplio que los ideales mismos, confiaba en que comenzarían a pensar en estos ideales como creaciones humanas y que no sentirían las consecuencias de ellos.

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Los filósofos como Santayana y Stuart Mill rechazan, en efecto, reconocer cosa alguna como definitiva, porque consideran que el objeto de cualquier especulación filosófica o culto religioso es producto de la imaginación humana. Un día ese objeto podría ser suplantado por otro mejor.  No hay un final para ese proceso de sustitución, no existe un punto en que sea factible la pretensión de haber encontrado la idea justa, y haberlo hecho de manera definitiva.  

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Los relativistas como yo concordamos en que el derrumbe del marxismo nos ayudó a comprender por qué la política no debería intentar ser redentora. Y no porque se tenga a disposición otro tipo de redención, aquella que los católicos creen factible encontrar en la Iglesia, sino porque la redención siempre fue —ya desde el principio— una mala idea.

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Suele decirse que a los que disienten con Platón —como los filósofos a que hice referencia yo mismo— les falta el sentido de lo espiritual. Si por espiritualidad se entiende una aspiración a lo infinito, esta acusación está perfectamente justificada; pero si en cambio se considera la espiritualidad en sentido elevado de nuevas posibilidades que se abren a seres finitos, entonces no lo es. 


Richard Rorty

de Una ética para laicos (Katz, 2009)




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